28 de febrero de 2015

Por un 1 mm

Estoy sentada en el banco de una habitación blanca apretándome la vena del brazo izquierdo. Me acaban de sacar 9 tubitos de sangre. Los conté de reojo: FSH, estradiol, HIV, glucemia, toxoplasmosis, rubeola, Hepatitis B y un par más.
Vampira, le dije a la enfermera que me atendió. Una mujer tan joven y con óvulos seguramente tan sanos y bellos. Era bonita, con su rodete pulcro, tan pulcro como la habitación en la que ahora estoy.
El brazo me duele y tengo la boca pastosa. No desayuné nada por esto del ayuno. Me gustaría un vaso de agua pero el dispenser está vacío. Son las ocho de la mañana y así arrancamos. Bien. Mejor me voy ya a la clínica.
Me levanto y me sigo apretando el brazo. Afuera está templado. El verano se está terminando. Me cubro con un saquito y empiezo a caminar. Sólo unas cuadras me separan de la clínica. Debería desayunar pero no tengo tiempo. Me espera el momento en que el doctor me vea por dentro y haga una ecografía de mis ovarios. La famosa ecografía basal.
¿Cuántas ecografías basales me he hecho en estos últimos dos años? Un montón. Gracias a esas ecografías ahora sé un montón de cosas. Sé que tengo unos ovarios muy lindos. Que funcionan pero no trabajan al cien por cien. Sé que cuando se les pide poquito responden contentos y cuando se les pide mucho se hacen un poco los vagos. Bueno, acá es, llegué.
La secretaria me saluda amablemente. Ya me reconoce y siento que me mira con pena. O tal vez no, tal vez soy yo que estoy proyectando mi pena porque el embarazo no ha llegado aún. Hace dos años que vengo y le pido turnos, recetas, consentimientos. Me siento cansada. Pero vengo igual.
Le doy mi carnet de la obra social y le pido monedas para la máquina de café. En eso se abre la puerta. Lo veo a mi médico que hace pasar a una pareja. Antes me ve y me saluda con una sonrisa. Es increíble lo que siento por este hombre. Es sólo un médico pero hemos compartido mucha historia. Hubo momentos gloriosos como cuando descubrimos que había un saco gestacional creciendo en mi útero luego de la segunda inseminación. Y momento muy tristes como cuando me tuvo que anunciar que ese saco no seguiría creciendo, que lo perdería.
Me hago un café en la máquina y me voy a sentar en la sala de espera. El brazo me arde un poco y siento la vena hinchada. Qué feo. Espero que sane rápido porque voy a necesitarla mucho este mes. Si es que empezamos este mes. Para eso está la ecografía basal.
Finalmente llega mi turno y me hace pasar a su consultorio. Preguntas de rigor, el "cómo estás" y el típico "vamos a mirar".
Me hace pasar a otra sala donde me pongo una bata que cubre lo que menos importa cubrir y luego me pongo en posición ginecológica, es decir, me abro bien de piernas y le doy permiso para que me mire por dentro.
Ya conozco sus caras. Conozco que si hace click muchas veces es porque está midiendo algo. Y eso que está midiendo es un folículo en mi ovario derecho. Un folículo de 11 mm que no me permite empezar el tratamiento este mes.
No es un residual, es un folículo de verdad, de esos que se transforman en un óvulo y hacen bebés. O no. No todos los óvulos son buenos para hacer bebés. Porque así de compleja es la reproducción humana.
El médico se agarra la cabeza y piensa, qué hago, ¿qué hago con este folículo? Debería estar menos de 10 mm. Y el guacho está en 11 mm.
Todo es así. Márgenes, límites, cruzarlos o no. Atreverse con un folículo de 11 mm o dejarlo pasar para la próxima.
Pero un tratamiento in vitro no es algo que deba tomarse a la ligera.
Una vez que estoy en el consultorio, cambiada y tranquila le digo:
-Ya sé, no estoy para empezar este mes. Era algo que sabíamos que podía pasar. No me voy a poner mal. Entendí.

25 de febrero de 2015

Lo que se aprende

¿Mi vida hubiera sido muy diferente si mis menstruaciones no hubieran sido dolorosas?
A los dos años de menstruar comencé a sentir dolor. Mucho dolor. Tenía quince años cuando mis ovarios comenzaron a gritar. Era una sensación espantosa e imposible de describir. En ese entonces yo sentía que todo el sistema digestivo se me alteraba al punto de que que mi boca comenzaba a salivar y lo único que podía hacer era expulsar la saliva escupiéndola.
No consulté a ningún médico por mis dolencias menstruales. En mi mundo femenino la menstruación dolía. Era un mal generacional. Todas la pasábamos mal y tomábamos Ponstil Forte (que era una cosa fuertísima y que, en mi caso, no servía para mucho).
No fui al ginécologo hasta varios años más tarde. A los 18 años, ya siendo sexualmente activa, decidí que era un buen momento para hacerme una revisación. De paso, consulté por mis dolores menstruales. La médica de entonces me dijo que luego de tener hijos se me pasaría. Pero me mandó a que me hiciera una ecografía. En esa época las ecografías transvaginales no existían o no era comunes así que me hicieron una común (previo a tragarme un litro de agua). No encontraron nada. Quedamos en que durante esos días comería "liviano" y me mandó a hacer algo de ejercicio físico. Por ese entonces yo era una chica bastante sedentaria y acababa de anotarme en la carrera de Letras. Me la pasaba leyendo el día entero.
Los dolores siguieron pero a fines de los noventa apareció el maravilloso ibuprofeno. Era tomarse una pastillita de 400 mg y santo remedio. Se iba todo. El ibuprofeno y yo fuimos mejores amigos por muchos años, casi una década. Mis ciclos eran perfectos, venían cada 28 días. El primer día de la menstruación comenzaba un dolor sordo en mis ovarios que yo calmaba con una o dos pastillitas de 400 mg de ibuprofeno y se cortaba todo el problema. Iba a hacerme el pap y la colpo cada año. Y nadie nunca más me preguntó nada ni yo volví a preguntar.
Pero todo cambió cuando quise ser madre.
Acababa de cumplir 30 años. En ese momento tenía otra pareja, vivía una vida muy distinta  a la que vivo ahora. Pero quería tener un hijo. Así que luego de intentarlo por unos meses y dejar de tomar ibuprofeno (porque está contraindicado en los embarazos y más especialmente en las primeras semanas) los dolores de la menstruación volvieron y se hicieron insoportables. Así que fui al ginecólogo que anualmente me hacía los paps quien me mandó a hacerme URGENTE una ecografía transvaginal.
¿Resultado? Quiste endometrósico en ovario derecho, mioma subceroso y un pólipo dentro del útero.
Salí de ahí como si me hubieran pegado una trompada.
Ahora me acuerdo y me río de mi desazón. Tampoco era para tanto.
La palabra endometriosis comenzó a circular. ¿Entonces era endometriosis lo que dolía? Me explicaron la cura. Me pareció un horror. Laparoscopía e inducirme a una menopausia por seis meses.
"¿¿Meno qué?? ¡Menopausiate vos, pelotudo!", pensé en ese momento.
Decidí ir a un ginecólogo obstetra que me habían recomendado mucho y quien me mandó a hacerme nuevos análisis y nuevas ecografías. Los quistes eran pequeños, el mioma era pequeño, el pólipo era pequeño. Todo era pequeño. "¿Un miomita? ¿Un quistecito? Nada que impida que te embaraces...Y sabés que es lo mejor para la endometriosis? ¡Embarazarse!".
Me mandó a tomar ácido fólico, hacer ejercicio físico, hacer los deberes con mi entonces pareja y que tomara la pastillita de "nodarbol". "No le des bola a esto, nena, he visto mujeres que se embarazan con quistes, miomas, no te hagas drama, eso sí, no tomes ibuprofeno".
O sea, me mandó a coger. Y me sacó el ibuprofeno.
Y la menstruación se transformó en la monstruoación. Tengo el recuerdo de todo ese año vivir alterada por el dolor. Me daba miedo ese dolor. Era un dolor muy fuerte, invalidante. Un dolor horrible. E imposible de compartir socialmente. No era agradable sentir cada veinticinco días que alguien te pateaba los ovarios.
Lo más feo era que además me sentía completamente sola, apartada del mundo, sin lenguaje. El dolor invalida y te deja solo. Muy solo. 
Y entonces el shiatsu entró en mi vida.
Hay muchas formas de contar cómo llegó el shiatsu a mi vida pero una de las razones fue precisamente esta.
Querer ser mamá y dejar de sufrir un dolor físico espantoso cada vez que menstruaba.
Para quien no lo sepa, el shiatsu significa literalmente "presión con los dedos". Es una terapia japonesa que tiene su base en la medicina tradicional china. Mediante presiones con las manos, los codos, las rodillas, estiramientos y rotaciones de las articulaciones se estimulan los 12 meridianos del cuerpo. Es un arte maravilloso y muy efectivo. Claro que no es "científico" pero es un arte que bien practicado puede ayudar a muchísimas dolencias.
A mi me dejó de doler la menstruación.
Tomé sesiones de shiatsu pero también estudié la carrera y me recibí de terapeuta. Y una vez que comencé a trabajar jamás dejé de hacerlo. Hoy en día es mi medio de vida.
Durante el año que estaba estudiando shiatsu me separé. Fue una separación desastrosa y muy poco amable. Se resintió mi salud y mi menstruación se hizo lamentable. Menstruaba cada 14 días. Un horror. Una nueva ecografía transvaginal arrojó un nuevo dato: ahora además había un quiste en el ovario izquierdo. 
Pero aprendí y esa separación me hizo mejor persona. Entre otras cosas, luego de que pasó la crisis, me hizo una persona feliz.
Porque yo no era feliz. Pero no lo sabía en ese entonces, claro está.
Me encontré con mi pareja actual al poco tiempo de separarme. Fue hermoso y totalmente imprevisible. Enseguida supe de su esterilidad pero no me importó en lo más mínimo. Supimos que valía la pena emprender este camino porque queríamos juntos formar una familia.
A mis 35 años, de la mano de él, me sometí a la dichosa laparoscopía con un médico que nos recomendaron muy especialmente. Milagrosamente el quiste del ovario derecho no estaba. El pólipo que figuraba en las primeras ecografías tampoco. No había endometriosis perimetral. Sacó el quiste del ovario izquierdo y un mioma de 5 cm. Un "miomacho", dijo el doctor cuando me mostró la fotografía.
Y a partir de ahí... lo que ustedes ya conocen por este blog... yo que en mi vida había hecho una terapia con hormonas... comencé la aventura hormonal más increíble de mi vida.
Buscar un hijo por reproducción asistida.

Bendición

En un día como hoy, hace 25 años, me venía la menstruación por primera vez. 
Recuerdo ese día perfecto. Yo acababa de cumplir 13 años hacía muy poco y sabía que de un momento a otro me vendría, me haría "señorita". Estaba emocionada con la idea de menstruar.
No me dolió. Bajó algo medio amarronado durante el día. Supe enseguida lo que era. Me alegré. Hacía rato que mi cuerpo estaba cambiando. Se me habían ensanchado las caderas, me habían crecido las tetas, estaba creciendo. Todo iba bien.
El flujo venía a decirme una verdad: era fértil. Venía a decirme: "algún día tendrás hijos".
Recuerdo ese día perfecto, como una bendición.
Hoy me empezó a bajar la menstruación. Una vez más.

23 de febrero de 2015

Y así curar, en el río de dar, nuestra enfermiza necesidad de reclamo

Un amigo me escribe esto:

No esperes nada de nadie, no esperes un tiempo mejor.
¡Nada de eso! ¡No malgastes tu energía en demandas!
¡Aquí y ahora! ¡Hoy! ¡Presente activo! ¡Atención plena!
No van a tener en cuenta tus maravillosos actos casi nunca.
No te quejes, no protestes, no te persigas ni eches culpas.
Hay que aceptarlo rápido para poder dar nuestro amor
para entregarnos en forma desapegada, incondicional, nueva.
Cultivar el sentimiento de que no nos falta nada
y así curar en el río de dar nuestra enfermiza necesidad de reclamo.

22 de febrero de 2015

A veces sólo quiero dormir

¿Dónde está todo mi valor?
A veces siento que soy sólo una hojita arrastrada por el viento. No encuentro el tronco del árbol que me de cobijo, savia, fuerza.
¿Dónde está mi coraje?
¿Es que mermaron mis fuerzas, mi determinación?
De pronto siento que todo me quiebra. Las náuseas, los pequeños brotes de llanto que afloran por mis ojos. Siento que él me abraza y me dice que tal vez sean los anticonceptivos haciendo de las suyas.
Yo lo miro y pienso: tal vez sea que estoy muy angustiada.
Sólo tengo fuerzas para dormirme.
Qué post tan horrible y falto de sentido.

14 de febrero de 2015

Esto sigue

¿Cómo sigue todo esto?
La verdad es que no lo sabemos. Dependerá de cómo den los análisis hormonales de mi siguiente ciclo. Por ahora estoy con anticonceptivos (paso previo a cualquier tratamiento FIV-ICSI) con la esperanza de que mi FSH y estradiol den bien. Y con esto quiero decir que esperamos que den mejor de lo que estaban en agosto de 2013. Según me explicaron no es que estuvieran mal pero estaban casi al límite. En fin. Veremos. Pasito a paso porque como viene la mano no me quiero apurar en vano. Si vamos a hacerlo, hagámoslo con las mejores herramientas disponibles.Ya sabemos que la hipófisis y el cerebelo de cada mujer es un tema muy delicado.
Así que es un poco raro porque con este afán de que tal vez empezamos, tal vez no, me estoy tomando este tiempo previo con una calma y una despreocupación que desconocía.
Como es verano, si bien aún no nos fuimos de vacaciones, salimos bastante, nos arreglamos para disfrutar de alguna pileta e intentamos mimarnos y dejarnos mimar por amigos y familiares. 
Se viene un fin de semana largo de carnaval y estamos felices de poder disfrutarlo juntos.
¿Cómo sigue todo esto? No lo sabemos muy bien pero lo bueno es que esto sigue. 
  

10 de febrero de 2015

Y se va la segunda!

No, no es una chacarera ni una zamba.
Es la segunda FIV-ICSI.
Ayer tuvimos nuevamente consulta en la clínica con el doc. Nos miró medio de reojo intentando tantearnos. La última vez que nos habíamos visto estábamos destruidos. Yo además estaba cansada, agotada físicamente y con muchas ganas de mandar todo a la mierda.
La verdad es que no teníamos ningún plan previsto. Habíamos sacado un turno porque nos habían dado ganas de verlo, de preguntarle otra vez cómo era el plan, de... ¿empezar?
El turno era el primero de la mañana. El doc estaba fresco como una lechuga.
-¿Ya se fueron de vacaciones?- nos pregunta el doc.
-Mmmno. Aún no- respondo yo.
-La verdad es que pensamos irnos más adelante- dice él.
-Sí, más adelante.
-Y capaz... embarazados. -repite él.
El doc sonríe. Mira su computadora, chequea datos.  
-Bueno, bien, ¿cuándo les gustaría empezar?
-HOY.
Lo dice él. HOY.
Y entonces entiendo que a él no le importan las vacaciones, hacer un viaje, descansar. No le importa nada. El quiere ser padre. Quiere que seamos padres. Quiere que nos embaracemos. No quiere perder tiempo. 
Nos reímos.
-Jajaja, no, hoy no se puede - dice el doc mirando su computadora -Pero estamos en fecha, si quieren podemos hacerlo en la próxima menstruación, a fin de febrero.
Me miran los dos.
Y bueno, digo yo, se va la segunda.

4 de febrero de 2015

Chin chin

El adjetivo feliz viene del latín felix, felicis. 
Para denotar el estado de felicidad el latín poseía tres palabras: fortunatus en origen 'colmado de fortuna, suerte', beatus originalmente 'colmado de bienes y riquezas' y félix originalmente 'beneficiado por la fecundidad'.
La raíz de la felicidad es la fecundidad. 
Y como decía el bueno de Jaime: "No hay que olvidarse de la guitarra y la tumbadora".